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Lesbicidio y violación correctiva: el tabú que cuesta vidas

Actualizado: 14 jun 2020

El 7 de marzo de 2010, en un barrio de la periferia de la ciudad de Córdoba (Argentina), Natalia Pepa Gaitán fue asesinada de un escopetazo por el padrastro de su novia. Él la mató después de una discusión, simplemente porque no aceptaba que fuera lesbiana y que estuviera teniendo una relación con su hijastra.


Daniel Torres, el asesino, fue llevado a juicio y un año después sentenciado a 14 años de prisión, pero fue difícil lograr la calificación de lesbicidio para su crimen.


Foto: Pixabay


El eje del activismo durante el juicio fue lograr que, más allá de las inobjetables pruebas que señalaban la culpabilidad de Torres, se tomara el asesinato como un crimen de odio.


Finalmente fue visto como un feminicidio, aunque costó mucho que se aceptara vincularlo públicamente al término “lesbicidio”.


Un lesbicidio es la violencia extrema y fulminante que se ejerce contra las lesbianas, bien sean las que se autodefinen como tales o las que son leídas como tales.

El lesbicidio es sin duda un feminicidio, es decir, entre las motivaciones para cometer el crimen se encuentra el hecho de que se trate de una mujer.

Sin embargo, aún existe un enorme tabú para reconocer a los lesbicidios como una categoría muy particular de feminicido; es decir, para aceptar que esos crímenes en particular son cometidos porque la mujer en cuestión no encaja en los patrones sociales heteronormativos, sea porque su imagen no coincide con lo que la norma dicta, o porque su inclinación afectiva es hacia otras mujeres.

No es difícil encontrar periodos históricos en que el asesinato de mujeres como castigo por ser homosexuales fuera legal. Por ejemplo, en la Francia del siglo XIII se aprobó una ley según la cual a las mujeres se les debía amputar una extremidad las dos primeras veces que tuvieran sexo con mujeres, mientras que a la tercera debían ser quemadas.

Violación correctiva

Un crimen similar y frecuentemente unido al lesbicidio es la violación correctiva, consistente en abusar sexualmente de una mujer homosexual con el objetivo de hacer que se comporte como si fuera heterosexual o simplemente como castigo.

Es una manera de intentar imponer un supuesto “orden natural” mediante la violencia y el poder. Quizá lo más monstruoso de este hecho criminal, sea que en muchas ocasiones la violación es ejecutada o promovida por alguien del entorno cercano: un vecino, un compañero de clases o de trabajo o incluso un familiar: primos, hermanos, tíos o hasta padres.

Ese fue el “castigo” que le aplicaron a C., una mujer lesbiana cuyo testimonio incluye, junto con otros, el informe de Promsex y la Red Peruana TLGB. Estaba sola en casa, en su habitación, cuando llegó un amigo de la familia. Alguien “a quien tratábamos como si fuera un pariente y (al que) le tenía confianza”, cuenta.

La puerta estaba abierta, así que entró y la forzó.

“Quería ‘curarme’ a la fuerza. Lo entendía así, pues me decía que no estaba bien ‘ser como eres’ y que ‘una mujer que llora por otra, no es correcto'”. No quiso saber nada más de él y trató de olvidar.

Pero “en febrero se materializaron todos mis miedos: estaba embarazada”.

Un caso similar es descrito por Marxy Condori, del Movimiento Lesbia de Arequipa en el libro “Hey, soy gay”. La activista cuenta que una amiga lesbiana fue violada por su tío “para hacerla mujer”.

La mamá le decía que no denunciara porque era su tío. Por su parte, grupos de apoyo LGBT le advertían que si no denunciaba podía volver a pasar, que su familia no podría presionarla. Las lesbianas sudafricanas sufren una persistente discriminación y son cada vez más víctimas de “violaciones correctivas” para tratar de “curar” su orientación sexual. La gravedad de la situación se manifiesta con más de 30 de ellas asesinadas desde 2006. El Estado no combate la homofobia ni otros tipos de discriminación, que no son considerados delitos por el sistema legal.

La “violación correctiva” fue una tragedia que se hizo pública en abril de 2009, cuando Eudy Simelane, exestrella de fútbol femenino, quien vivió abiertamente como lesbiana, fue violada, brutalmente golpeada y asesinada de 25 cuchilladas en el rostro, el pecho y las piernas.

Hoy en día la homosexualidad, tanto en mujeres como en hombres, sigue siendo condenada por la mayoría de las religiones y es ilegal en países como Irán, Libia, India, Pakistán, Marruecos y Nigeria. Estas condiciones favorecen la violencia contra personas homosexuales, ya que la legitiman desde las instituciones.

El secretismo en el entorno, el miedo y la vergüenza de ponerle nombre y apellido a tan grave asunto, fomenta su reincidencia y multiplicación. Es una cruel realidad que hay que sacar a la luz pública, con el urgente objetivo de salvar vidas.

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