Violencia familiar: el tabĂș que nadie menciona
- Carlos Roa Viana
- 7 may 2021
- 7 Min. de lectura
Una de cada cuatro mujeres y uno de cada diez hombres sufren abusos por parte de su pareja o el cĂłnyuge, segĂșn informĂł el año pasado el New England Journal of Medicine.
Por si fuera poco, los informes de la violencia doméstica desde el inicio de la pandemia del COVID-19, se dispararon.
Existen programas de prevención y reconciliación que involucran tanto a los maltratadores como a los sobrevivientes. También a los niños de los hogares maltratados y a las familias inmigrantes.

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Sin embargo, la experiencia revela que lamentablemente, los afectados son reacios a tratar el tema, da vergĂŒenza. Pero quedarse en silencio no harĂĄ que desaparezca. Por eso, se pierde la esperanza. Y adicionalmente, no contamos a los agresores como vĂctimas.
ÂżPueden sanar las familias afectadas por esta situaciĂłn?
Sociedad rota
La reverenda Aleese Moore-Orbih, Directora Ejecutiva de California Partnership to End Domestic Violence, enmarca el asunto como parte de una problemåtica mås compleja: violencia doméstica, tråfico de seres humanos y violencia sexual, entre otros.
âDemuestran que nuestra sociedad estĂĄ rota. Todo esto va en contra de nuestros derechos civilesâ, asegura.
Lamenta que muchos se digan a sĂ mismos: Âżpor quĂ© me debo preocupar, si no pasa en mi comunidad? âNo es solo para la persona a quien le pasa, se transfiere de una generaciĂłn a otra. Son personas que tienen traumas no resueltos y no pueden vivir a su plena capacidadâ.
Para ella, la sociedad en general tiene que reconocer que no se trata de la familia de la esquina. âEsto es nuestra naciĂłn, la protecciĂłn que merece la ciudadanĂa en general. Es un problema cultural y de la sociedad, no es individualâ.
Nuestra cultura se centra en el poder y el control. Lo adoramos, lo idealizamos, se le da mucho romanticismo en Hollywood. ¿Cómo nos deshacemos de él?
Moore-Orbih cree que, si lo vemos asĂ, podemos empezar a enfocarlo de manera diferente. ÂżCĂłmo nos alejamos de esa manera de hacer las cosas? Hay que llegar a otro nivel, no pueden ser parches.
Advierte que las mujeres y las niñas son las mĂĄs vulnerables. âLos patriarcados y las jerarquĂas no deben suceder. Hay que tener una masculinidad y una feminidad saludables. ReciĂ©n allĂ empezaremos a lidiar con la violencia domĂ©stica e interpersonalâ, sentencia.
Atrapados
âEn Atlanta hemos sentido una violencia severa contra la comunidad AAPI, ellos no encuentran cĂłmo expresar sus emocionesâ.
AsĂ lo expresa Monica Khant, directora ejecutiva del Instituto AsiĂĄtico-PacĂfico de Atlanta sobre violencia de gĂ©nero. Ella trabaja con inmigrantes, dan prioridad a mantener a las familias juntas. EjerciĂł 20 años como abogado de inmigraciĂłn en diversas ciudades.
Hay personas que no tienen acceso a recursos de ayuda, porque hay diferencias culturales debido al hecho de ser inmigrantes. Y revela que existen sutilezas en casos de los migrantes que son vĂctimas de violencia domĂ©stica. âMuchos de ellos no han podido pedir ayuda. Antes de la pandemia podĂan hacerlo, pero ahora noâ.
Prosigue relatando que muchos no tienen recursos, que la cuarentena ha sido difĂcil. âNo se pueden esconder en el baño para hacer una llamada; no tienen acceso a la tecnologĂa. Ha aumentado la dependencia de su pareja que gana dinero cuando estĂĄn desempleados por la pandemiaâ. Otros no pueden solicitar beneficios econĂłmicos, porque no tienen permiso de trabajo.
SegĂșn ella, las llamadas de denuncia de violencia domĂ©stica cayeron hasta en un 76% al principio de la pandemia. Otro gran problema es el acceso idiomĂĄtico.
También cuenta que uno de cada 5 asiåticos ha reportado deudas en el alquiler en 2020.
âEsto puede crear un problema: las vĂctimas tienen que quedarse a vivir con sus victimariosâ. El acceso a las vacunas tambiĂ©n es difĂcil para quienes no tienen un estatus migratorio formal.
Khant propone sanar de maneras no tradicionales: irse no es la primera opciĂłn. âIntentar reconciliarse, buscar servicios sociales, buscar alternativas que no estĂ©n dentro del sistema criminalâ.
Mujer y vĂctima
Tina RodrĂguez, es una profesional de la justicia reparadora y presidenta de la junta directiva de la CoaliciĂłn contra las Agresiones Sexuales de California: trabaja con hombres encarcelados por violencia domĂ©stica. Su propia experiencia personal la llevĂł a eso.
âNos falta una responsabilidad cultural, estoy hablando de quienes han sido impactados por la incapacidad de controlar su ira. La prevenciĂłn no puede existir sin tomar en cuenta a estas personas, tanto como a sus vĂctimasâ.
Y agrega: âDebemos dejar de ser co-dependientes. Debemos basarnos en sistemas que eduquen a nuestros hijos en prevenciĂłn de violencia domĂ©sticaâ.
Para la vocera, nadie menciona la presiĂłn que padecen los hombres. Ellos tienen una asignaciĂłn de la sociedad; âpero no se habla, por ejemplo, de que si eres una persona negra puedes calificar para un trabajo y no obtenerlo por el color de tu piel. Este es un trauma que presiona y que tambiĂ©n sufren las comunidades latinasâ.

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Y revela: âSoy de MĂ©xico y el abusador de mi familia lo era porque es lo que se esperaba de Ă©l. Nunca se hablĂł de la presiĂłn y trauma que Ă©l experimentĂłâ.
Considera que debemos enseñar a nuestras hijas y hermanas estrategias para suprimir la violencia. âLes decimos que busquen a alguien que tenga una casa, dinero, que tenga un buen carro; pero no les enseñamos que no pueden juntarse con alguien que las aĂsle. No podemos confiar en que un sistema va a hacer eso, debemos hacerlo nosotros mismosâ.
En cuanto a sanar, su familia entrĂł al sistema judicial por violencia domĂ©stica. Eso trajo para ella mucho mĂĄs dolor y divisiĂłn. âQue la corte ordene alejamiento, puede mĂĄs bien provocar el efecto contrarioâ.
Las vĂctimas hispanas y negras le decĂan: âEstoy atrapada con Ă©l, si llamo a la policĂa y responden la llamada lo pueden matar, o si lo deportan nos quedamos sin la persona que trabaja en casa para mantenerlaâ.
RodrĂguez trabajĂł en el programa de prevenciĂłn de violencia domĂ©stica en Valley State Prison. Se ocupĂł de mostrarles a los reclusos el daño que hicieron a quienes estaban en prisiĂłn y causaron el dolor. âEso contribuye a crear empatĂaâ, asevera.
âCuando hay una transiciĂłn de ser un miembro de la comunidad a un prisionero, ellos pierden su nombre y les dan un nĂșmero. Una vez que estuvimos allĂ, pudimos entenderlo.
El hombre que abusĂł en nuestras vidas quiso hablar conmigo en un proceso de justicia restaurativaâ.
Y señala que âYo sufrĂ de un desorden alimenticio por la responsabilidad de ser la hija mayor. Pero pude hacer preguntas, aprender. Fue un proceso sanador. Nos ayudĂł poder hablar de esto. Me hizo querer enseñar en clases en las prisiones, querĂa compartirlo. He ido a conferencias para sobrevivientes, los animo a que vayan. Anima ver hablando juntos a la persona que cometiĂł el crimen y a la vĂctimaâ.
Lamenta que las historias nos hayan hecho pensar que todo termina con final feliz. âLa fantasĂa de que uno se junta con alguien y crea una familia y todo va bien de ahĂ en adelante. No es asĂâ.
Afortunadamente su agresor ha ofrecido ayudar a su organizaciĂłn. âEstamos trabajando con gente que estĂĄ en camino a terminar en prisiĂłn, Ă©l va a trabajar con ellos contĂĄndoles lo que viene despuĂ©s de la cĂĄrcel. Eso ha sido un gran ejemplo. Pudimos reconciliarnos, hay que tener esto en cuentaâ.
La perspectiva del hombre
Jerry Tello es fundador y director de formaciĂłn y desarrollo de capacidades en Red de Compadres; la cual involucrar a los jĂłvenes para romper el ciclo intergeneracional. Criado en un vecindario latino-negro de Compton (California), veĂa como maltrataban a su padre, a su hermano, a su abuela.
âLos hombres de la familia de mi mejor amigo, tenĂan que esconderse en la casa por las noches. Recuerdo disturbios en mi barrio, tanques en las calles. TenĂamos que estar en guardia. Al dĂa siguiente nos preguntaban en la escuela. Uno se creĂa el malo, el hĂ©roe, tenĂamos que pretender que todo estaba bienâ.
Cuando su papĂĄ muriĂł, el hecho lo afectĂł mucho, âpero lo disimulĂ©, no lo llorĂ©. Para vivir en ese vecindario no podĂas mostrar vulnerabilidad. Me olvide cĂłmo sentir, cĂłmo llorar.
Me mudĂ© del vecindario, me volvĂ psicĂłlogo, me volvĂ un profesional; pero aĂșn esto estĂĄ conmigo. ÂżCon quiĂ©n comparte uno estas cosas?â, se pregunta.
Y agrega: Me mandaron a Vietnam y regresĂ© con mĂĄs trauma. No tendrĂa que haber ido, porque estudiaba en un college; pero no lo sabĂa.
Una anĂ©cdota lo marcĂł: âHabĂa una mujer con moretones en la cara, mi papĂĄ fue acompañado de mis tĂos a hablar con el esposo, para que no lo volviera a hacer. Hay bendiciones en esos vecindarios; pero los demonizamos. Hay hombres y mujeres que saben quĂ© hacerâ.
Y afirma: âLo que queremos es que deje de haber violencia, no criminalizar la situaciĂłn. Junto a un amigo hice un programa para esto. No estĂĄ basado en evidencias o metodologĂas y por eso nos tardamosâ.
Hace 32 años empezĂł la red Compadres. âTuvimos que reclamar lo sagrado que es ser hombre. Eso incluye a lo femenino en nosotros, a la gente mayor. Pero no podemos ser vulnerables todo el tiempo. Tenemos cĂrculos de sanaciĂłn, ritos para quienes no tenĂan sus padres porque los mataron, o estaban en prisiĂłn o los habĂan deportadoâ.
Agrega: âTodos estamos heridos, la cosa es juntarnos para dialogarâ.
En el 70% de las situaciones de violencia domĂ©stica, las mujeres no quieren que sus hombres vayan a la cĂĄrcel. Y la mayorĂa de los que van, regresan luego a casa.
Los ha ayudado la espiritualidad: âLas plegarias de mi abuela, el sentir que hay un espĂritu mĂĄs grande que tĂș, le pedimos que nos ayudeâ.
Revela que los abusos en la familia de clase media y alta tambiĂ©n existen, pero estĂĄn escondidos. âPagan a un terapista privado y yaâ.
Para Ă©l, âHay situaciones en las que se necesita a la policĂa, pero la policĂa no es la soluciĂłn. Muchos no dicen lo que pasa porque tiene miedo de hablar y creen que van a afectar a su familia. Los trabajadores sociales deben participar mĂĄsâ.